martes, julio 14, 2009

Africa

Él, hijo de una familila de clase media de la cole laica argentina. Ella, fruto del cockteil genetico nacional, mitad italiana y mitad irlandesa.

Ella, simplemente linda, con esa belleza que no cabe en ningún lugar común. Él, conversador y amigable, ameno al punto de hacer reir a las piedras.

Él, hijo sufrido de una familia extremadamente exigente, para la cual todo se mide en logros profesionales, en status, y en dinero. Ella en cambio, fruto de una infancia suburbana más favorecida, que acepta las privaciones y el bienestar con mayor naturalidad.

Se conocieron en la adolescencia, en vacaciones, en una playa idílica y semidesierta. Se gustaron, se hicieron amigos. Se acercaron, se marcaron, se imaginaron.

Algo pasaron juntos. Ese verano o el siguiente, nunca se supo. Algo corto, intenso, inolvidable... O tal vez nada pasó, tal vez sólo fueron imaginaciones, alucinaciones, probabilidades.

Se siguieron viendo, en parte por amigos en común, en parte porque la pasaban bien juntos, en parte porque ambos esperaban algo que alguna vez debía pasar.

Pero lo que pasó fue el tiempo.

Él, ahora ingeniero, más por satisfacer la presión de su familia que por verdadera vocación. Simulando que realmente cree que la ambición es una virtud y que la humildad es el signo del fracaso. Simulando que se siente feliz con cada nuevo escalon de progreso empresarial. Si bien nunca supo muy bién para qué lado se gira una tuerca, ahora conoce todas las palabras anglógenas que constituyen el idioma de las grandes corporaciones: management, marketing, coaching, garking...

Ella, ahora profesional de la salud, comprometida en un area fuertemente social. Si bien eligio su carrera sin demasiada conviccion, casi de casualidad descubrió la militancia en la facultad, cuando un decano menemista le hizo muy fácil el quedar a la izquierda. Otras palabras pueblan su diccionario: asamblea, agrupacion, delegados, ONG's...

Él, ahora casado con alguna mujer ambiciosa y soportando el frio del fin del mundo. Ella, escondida bajo las nubes que cubren las tierras de sus ancestros, noviando con algún personaje de rasgos indefinidos. Se veían muy poco, vivían lejos. Ambos hicieron viajes en ambos sentidos, el turismo fue tal vez la razón, o tal vez la excusa.

Ella se separó, el se divorció. Ambos deprimidos, se encontraron en algun recoveco de la patria. Pero tampoco fué el momento. Alguien rechazó a alguien. Quién y por qué, los dioses lo sabran.

Y más tiempo pasó.

Él, de nuevo noviando, emigrado al África negra, trabajando para una multinacional que se apropia a precio vil de un petróleo que fluye solo mezclado con sangre. Ella, casualmente o no, también de novia, y también en el hogar de las girafas y los leones, al servicio de una asociación humanitaria de esas que intentan vanamente paliar los efectos del saqueo.

Se siguen viendo, se siguen marcando, yo diría que se siguen imaginando. Aunque ambos juren que no.

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En un mundo complejo como el que nos toca, tanto las injusticias mas terribles cuanto los actos mas generosos son obra de personas que, en lo profundo de sus consciencias, no son demasiado diferentes. Es por eso que el triunfo deseado sobre la injusticia, no se lograra jamas venciendo a las personas que hoy constituyen sus engranajes, sino al discurso perverso que las puso alli. Esa victoria es mucho mas dificil, pero es la unica que vale la pena.